En el inconvexo borde del alba
donde las costas de las almas se unen
busco ciego tus huellas de mármol.
El frío se hace piel mientras miro el lugar que se sumerge en la más profunda y eterna de las dinemsiones vacias.
Así, preso en este infinito monocromático
sigo revolviendo la nada,
alimentando la propia sequedad,
comiéndome mi propia carne.
Busco tus huellas para andar el camino y no llegar nunca.
Busco la claridad para abrazarme a ella y dormir tranquilo y sonriente en los balcones de los ojos.
Busco el aire que regaba mis días más floreados
y me nublo en el sueño
regocijado en la ternura del silencio.
Busco.
Busco y no encuentro,
porque no hay huellas que conduzcan hacia las tuyas.